El mito de los huevos

Falsos mitos del huevo


En 2014, la Fundación Española del Corazón (FEC) publicó una nota de prensa afirmando que “no es necesario restringir el consumo de huevos en la dieta de personas sanas” y que sus “beneficios nutricionales hacen del huevo un alimento necesario”. Veamos, entonces, por qué seguimos pensando que:

  • El huevo sube el colesterol.

Aunque es cierto que el huevo tiene 200 mg de colesterol, los estudios confirman que no contribuye al aumento de los niveles de LDL (el famoso colesterol “malo”). De hecho, la FEC nos confirma que “la hipercolesterolemia en un producto se valora según el balance entre las grasas saturadas y las insaturadas y el huevo contiene un 3,6% de ácidos grasos insaturados, un 1,6% de poliinsaturados y únicamente un 2,8% de grasa saturada, por lo que ésta prácticamente no afecta a los niveles de colesterol en sangre”.

De esta forma, hay factores más determinantes que la ingesta de huevo en lo que hace referencia a los niveles de colesterolemia: la predisposición genética, la actividad física, el peso corporal, los hábitos tóxicos…

  • El huevo engorda.

Un mito que se sustenta en un error de base: clasificar los alimentos según si engordan o adelgazan (ya que los alimentos no solo no adelgazan, sino que son algo más que su valor energético). En este caso, además, podemos afirmar que el huevo no es una opción que deba evitarse o restringirse en objetivos de pérdida de peso (aunque sí pueden serlo algunas técnicas de cocción, salsas o acompañamientos, por supuesto). El huevo no solo es bajo en calorías (dos huevos aportan 141 kcal) y rico en nutrientes, sino que también es saciante e incluso coadyuvante en la pérdida de peso.

  • Es mejor comer la clara, desechando la yema.

Comer el huevo entero significa comer una proteína completa de alto valor biológico, también es rico en colina (déficit muy común que podría estar relacionado con ateroesclerosis y enfermedades neurológicas), y otras sustancias como por ejemplo vitaminas del grupo B,  luteína y zeaxantina (pigmentos que protegen contra la degeneración macular y las cataratas).

La clara contiene principalmente agua ( en aproximadamente un 80%) y proteínas, en la yema el 50% es agua y el resto se reparte equitativamente entre proteínas y lípidos.

Entonces, como estarás imaginando, si desechamos la yema perdemos parte del aporte proteico y de otros micronutrientes que se encuentran en ésta: vitamina A, B1, B2, E, D, hierro, fósforo, potasio…

  • El huevo es indigesto.

El huevo, per se, no es indigesto, pero sí pueden serlo los acompañamientos, las formas de cocinarlo o incluso la tolerancia de cada cual al mismo. Procura cocinar bien la clara y no coagular la yema para evitar la desnaturalización de las proteínas y la oxidación del colesterol, favoreciendo así la acción más lenta de las lipasas (que contribuyen a la digestión de la grasa contenida en dicha yema).

¿La mejor opción? Hacerlos pasados por agua, escalfados/poché o al vapor (el huevo duro sería el que peor se tolera y el frito el que añade más calorías). ¡Y no hay excusa que valga! Un huevo al vapor se puede hacer en un abrir y cerrar de ojos, con solo una sartén antiadherente, 1 cucharada de agua y una tapa para favorecer la cocción.

  • El huevo es peligroso y hay que lavarlo bien.

Solemos relacionar el huevo con la salmonela y, ciertamente, tanto en la cocina como al comer fuera de casa es importante elegir bien a este respecto (el huevo debe estar cocinado, evitando los platos o preparaciones que lo lleven en crudo -cócteles, postres como el tiramisú, platos exóticos o preparaciones con salsa tártara, mayonesa, carbonara, etc.-). Sin embargo, la culpa no la tienen ni el huevo ni otros ingredientes, la tienen las medidas de higiene alimentaria y el riesgo de toxiinfección añadido que conlleva no respetarlas.

En cuanto a lavar los huevos… ¡Con cuidado! Podemos pasarles un paño seco o servilleta de papel si deseamos eliminar restos de suciedad, pero no meterlos en agua ni debajo del grifo (da igual que sea antes de cocinarlos o antes de meterlos en la nevera, pueden contaminarse). La razón es muy simple: la cáscara del huevo es muy porosa y es fácil que ciertas partículas la traspasen, incluyendo microorganismos que pueden proliferar con la humedad.

Precisamente, para evitar la condensación y el riesgo que comportan los cambios de temperatura, los huevos no se encuentran refrigerados en el supermercado. Sin embargo, al llegar a casa, lo mejor es mantenerlos en frío para conservar su frescura (evitando temperaturas ambientales que propician que se evapore el agua del interior), dejándolos dentro del frigorífico y, a poder ser, en su estuche (en la puerta se someten a variaciones térmicas que pueden comprometer su calidad).

  • En caso de consumir huevos, tienen que ser ecológicos.

No podemos decir que los huevos de cría convencional sean más nutritivos o saludables que los huevos ecológicos. De igual forma, tampoco podemos decir que unos huevos sean más apetecibles que otros porque no está demostrado científicamente que haya grandes diferencias nutricionales ni organolépticas entre ellos. La elección, en todo caso, respondería a una cuestión más ética o ecológica que gustativa o nutricional.

¿Dudas sobre elegir huevos blancos o rubios/morenos? ¿Quizás enriquecidos con omega 3? Lo cierto es que tampoco debes preocuparte por esa elección… El color de la cáscara del huevo depende de la variedad de gallina ponedora (no varía su sabor ni su valor nutricional) y los huevos enriquecidos son fruto de la suplementación del pienso que comen las gallinas, pero esto no supone que una mayor concentración de la sustancia agregada pueda significar beneficios a corto plazo en nuestra salud.


Fuente: https://www.nutricionysaludblog.com/falsos-mitos-del-huevo/